Rodolfo se incorporó a la fila. Se acomodaba su máscara del Santo mientras dividía su mirada entre el techo y las nalgas de la mujer de enfrente. Intentaba descifrar de quién era su máscara, si era del Rayo de Jalisco o de La sombra —ese día no había cover si llevabas puesta la máscara de un luchador en Antro Juan.
—¡Siguiente!—, gritó el gordo de seguridad a través de su barba perfectamente recortada y su corte low-fade. Le dio un par de palmaditas y la hizo voltearse para catearla; la máscara era del Rayo de Jalisco. Terminó de examinarla y Rodolfo pasó después. El guardia lo cateó completo: le masajeó un poco las bolas y le acarició los pezones.
—Pásale, papi—, le dijo después de darle una nalgada. La dama enmascarada esperó a Rodolfo, y ya con la nueva luz, Rodolfo pudo ver mejor los tatuajes que tenía en los brazos y el que, apenas, le cubría la minifalda negra en el muslo derecho.
Lo tomó de la mano.
—¿A dónde me llevas?— preguntó inocentemente mientras caminaban juntos entre el mar de gente.
—Quiero que conozcas a unas amigas, nos están esperando— contestó mientras Rodolfo confundía el sonido de su voz con el de las bocinas en las que sonaba “Baby” de Justin Bieber. Se hacían camino mientras le tiraban los azulitos y las micheladas a extraños que los llenaban de ceniza al pasar, hasta llegar a un grupo de enmascaradas que bebían azulitos y fumaban de sus vapes de manzana verde. Entre las nubes de humo Rodolfo intentaba descifrar quién era quién. La Huracán Ramírez era güera, Último Guerrero era pelinegra y Blue Demon era pelirroja. Todas tenían el mismo tatuaje en el muslo y olían a sangre y vodka. Rodolfo se dirigió a la barra, pidió dos azulitos —uno para La Rayo de Jalisco y uno para él— y cinco shots de mezcal que iba a pagar con la AMEX de su papá.
—A ver, prueba— le dijo la Rayo de Jalisco mientras le acercaba a la nariz una cucharita que había arrancado de su pecho. Rodolfo esnifó ese polvo rosa sin hacer preguntas, y vio cómo cada una de las enmascaradas hacía lo mismo antes de tomarse su mezcal.
Siguieron bebiendo mientras sonaba “Rosa Pastel” de Belanova. Rodolfo volvió a la barra por otro azulito mientras le esperaban las enmascaradas y pensaba en cómo invitar a la Rayo de Jalisco a su departamento en la Narvarte. Volvió con su bebida y platicando vio sonreír a Blue Demon: le vio unos colmillos terriblemente afilados y sintió deseo. Creyó que era el alcohol y ese polvito rosa que le dieron, nada más, pero antes de que él pudiera darse cuenta comenzaron a caminar hacia él. La Huracán Ramírez lo recargó en la barra, le pegó un sticker de Antro Juan en la frente y comenzó a acariciar su torso por debajo de la camisa blanca que traía. Rodolfo comenzó a sudar y sentirse debilitado; no resistía más la tentación y con cada segundo que pasaba le costaba más y más que Las Rudas Mujeres Vampiro no le quitaran su máscara. Le rodearon todas, la Último Guerrero, Blue Demon, La Huracán Ramírez y la Rayo de Jalisco. A Rodolfo le asombraba ver con qué fuerza fumaban de sus vapes verdes y se ponían ese polvo rosa en las encías. Fortalecidas, empezaron a mordisquearlo.
Agitó su cabeza mientras lo desvestían y recordó a la Rayo de Jalisco en la cadena: los colmillos, el deseo, el olor a sangre. Rodolfo intentó ponerse de pie al sentir que su azulito se caía y lo desangraban, pero el polvo rosa había hecho efecto: Rodolfo se malviajó. Estaba paralizado, con cuatro mujeres vampiro encima de él, y ellas triunfaban en el empeño de beber de su sangre y despojarlo de su máscara plateada.